Si
dijera que no he intentado olvidarte te mentiría, y no, no voy a hacerlo, a ti
que tanto me diste y a la que tanto me entregué, hay trenes que pasan una vez
en la vida, dicen, pero este me arrolló con una dulzura inusitada, inesperada
pero deseada en los más interno de mi ser, quiero ser arrasado de nuevo y sé
que no será posible, sé que los milagros no existen, por lo menos por segunda
vez, aunque yo absolutamente ateo rezo a la providencia que nuestros caminos
vuelvan a cruzarse para recomenzar aquello que no pudo ser.
He buscado el calor de otros brazos, de otros labios, de otras miradas, de
otros cuerpos, de otros placeres, lenguas, cabellos, pieles, todo… pero ninguno
me satisfizo lo suficiente para que salieras al galope de mi cabeza, de mis
sentimientos, de mis sensaciones. Muchas de esas mujeres me amaron, lo sé, pero
yo nunca logré que aquello que buscaba y sabía era imposible reemplazar. No
todo es placer sexual, el placer viene y va, puedes quedar satisfecho pero no
lleno, la sensación de plenitud, el cenit, lo alcancé por primera vez junto a
ti y por última vez también. Sé que mis palabras no te parecerán exageradas
porque sé que a ti te pasó lo mismo, buscaste, y encontraste el vacío en otros
cuerpos pensando en el champán de lujo de nuestra pasión. A veces, más de las
que serían necesarias para un cuerdo no enamorado pensé en ti mientras yacía
con otras, nada logré más que el vació posterior que sentía durante y después
de hacer el amor con Juana, Luisa, Carmen, Ana, Tania… tú eras tú, única,
extravagante, entregada, mía y yo... tú esclavo.