lunes, 7 de septiembre de 2015

Furtivos...

Nuestros encuentros necesariamente furtivos, se hicieron inevitables, perentorios, urgentes, cual droga prohibida privada necesaria para poder vivir una realidad, solo nuestra, íntima, única, donde el vino recorría nuestros cuerpos desnudos sin dejar que una sola gota fuera perdida, embriagados de placer, pasión, deseo y necesidad. Nuestra felicidad era absoluta, sublime, con miedo absoluto a que nunca más se repitiera el estar el uno junto al otro, sobre el otro, con el otro, mientras de fondo escuchábamos la celestial melodía orquestada y perfecta del vibrar de nuestros cuerpos, piel sobre piel, gemidos y peticiones susurrantes al oído que eran cumplidas al instante con sobrada satisfacción...

(Continuará...)




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